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06 octubre 2019

Argentina. La tesis “el problema son los especuladores”



Rolando Astarita / Resumen Latinoamericano / 6 de octubre de 2019

En una nota anterior discutí la idea de que los padecimientos de los trabajadores y el pueblo empobrecido se deben a los banqueros “que roban y saquean al país”. En esta entrada amplío con el otro “gran culpable” para el sentido común izquierdista, los especuladores. Al respecto, son típicas declaraciones del tipo: “un puñado de banqueros y especuladores se lleva puesto al pueblo trabajador”; “el presupuesto está hecho a medida de los especuladores”; “los especuladores impusieron el golpe devaluatorio; “los especuladores obtienen ganancias saqueando al país”; “no hay que pagar la deuda a los especuladores”; “para solucionar el problema de la vivienda hay que acabar con los especuladores inmobiliarios”; “debemos terminar con los especuladores sojeros”, y similares.

El resultado es que, igual que ocurre con la tesis banqueros versus pueblo, se desplaza la contradicción entre el capital y el trabajo. Solo que ahora se establece en términos de “especuladores / pueblo”. Lo cual conecta con la creencia de que el capitalismo “salvaje” se debe a la hegemonía del capital especulador, e incontrolado, por sobre el capital “no especulador” y los Estados. El objetivo de esta nota entonces es discutir esta tesis desde la teoría marxista. Para este fin, comenzamos con el análisis de Hilferding sobre la especulación.

El análisis de Hilferding

Hilferding trata la especulación en los capítulos 8 y 9 de El capital financiero. En primer lugar, plantea que la especulación aparece, ante todo, como compraventa “de títulos de capital” (p. 144). Sin embargo, en el capítulo 9 incorpora la especulación con futuros en mercancías; y en el capítulo 18, dedicado al crédito y el ciclo, considera la especulación relacionada con la retención de mercancías, con el fin de acentuar un alza. De todas formas, y volviendo al capítulo 8 –donde está más desarrollado el análisis de la especulación- lo central es que Hilferding distingue la compraventa de mercancías, que es un proceso socialmente necesario y condición sine qua non de la sociedad capitalista, de la especulación, que “no lo es de ningún modo” (p. 145). Teniendo en vista las acciones, señala que la producción y el rendimiento de las empresas no varían porque las mismas cambien de mano. Su compraventa es “un mero desplazamiento en la distribución de la propiedad privada, sin ninguna influencia sobre la producción o realización de los beneficios, al revés de lo que sucede en la venta de mercancías” (p. 145). Con esto está diciendo que las ganancias por especulación son “puras ganancias diferenciales”, y que “la pérdida de uno es la ganancia de otro” (ibid.; énfasis nuestro; repite la idea en p. 146 y luego en p. 168, referida a la especulación con futuros de commodities). Por eso, el especulador también puede ganar apostando a la baja de los títulos (por ejemplo, cuando se anticipa al estallido de una crisis). Lo cual significa que sus intereses “son enteramente distintos tanto de los del capitalista productor como de los del monetario, que desean un rendimiento estable y siempre ascendente, si es posible” (p. 146).

De lo anterior también se desprende que las ganancias por especulación tienen lugar porque los especuladores no están de acuerdo acerca de cuál será la tendencia del mercado: “Si todos los participantes en la especulación actuasen en el mismo sentido, es decir, si todos valoraran simultáneamente en alza o en baja los títulos, no podría surgir, en absoluto, ninguna ganancia especulativa. La ganancia surge porque se forman valoraciones opuestas, de las que solo una puede resultar acertada” (p. 146).

Como adelantamos, en el capítulo 9 Hilferding introduce la especulación con futuros en commodities. De nuevo, la ganancia especulativa depende de las variaciones de los precios. “Si cesan las oscilaciones de precio, por ejemplo, por cartelización, como sucede con el petróleo, también deja de existir el comercio bursátil en estos productos o se hace meramente nominal” (p. 166). Dado que, en su criterio, se avanzaba hacia una creciente cartelización de las economías capitalistas, en el futuro habría menos campo para la especulación. La realidad es que la especulación se ha incrementado, a nivel global, desde que se publicara El capital financiero.

Dos conclusiones principales del análisis de Hilferding

Una primera conclusión del análisis anterior es la imposibilidad de acabar con la especulación en tanto existan las relaciones mercantiles y capitalistas. La razón de fondo es la anarquía de la producción capitalista: los trabajos privados se validan como trabajos socialmente necesarios (o sea, generadores de valor) ex post, en el mercado, y por eso mismo es imposible eliminar las oscilaciones de precios. Esta imposibilidad rige tanto para las oscilaciones provocadas por variaciones circunstanciales entre la oferta y la demanda, como para las que están asociadas al ciclo capitalista. En este punto es conveniente enfatizar lo esencial del planteo de Hilferding: la especulación no es una distorsión del capitalismo (ni un absceso en un cuerpo esencialmente sano), sino es inherente a su naturaleza; sus causas son sociales.

En segundo término, debe subrayarse que la compraventa de activos no genera, de por sí, plusvalor. Tengamos presente que la plusvalía obtenida por el capital industrial o comercial es trabajo no pagado del que se apropia la clase capitalista de conjunto; no surge por transferencia de los salarios a las plusvalías. Esas ganancias, además, están determinadas por los precios de mercado que, en promedio, oscilan alrededor de los precios de producción. La ganancia especulativa, en cambio, solo deriva de la variación de precios y significa transferencias de valor al interior de la clase capitalista. Para ilustrarlo con un ejemplo actual: un especulador puede decidir hoy, octubre de 2019, comprar bonos de la deuda argentina, cuyos precios están derrumbados. Si compra es porque especula con que el Estado no declare default y se recuperen los precios. Si le va bien, habrá hecho una ganancia. Pero esta tiene como contrapartida la pérdida del inversor que compró el bono a un precio elevado, y lo vendió más barato. No hay forma de crear más valor cambiando títulos de mano.

Especulación, apalancamiento y crisis, enfoque opuesto al neoclásico

El hecho de que la especulación sea inherente al modo de producción capitalista no significa negar que potencia la sobreacumulación, el sobreendeudamiento, las crisis y la desvalorización masiva de los capitales. En este respecto, el enfoque marxista es opuesto al relato de la ortodoxia neoclásica. Según esta última, el especulador modera las oscilaciones de los precios, ya que compra cuando la oferta supera a la demanda, y vende cuando la oferta cae por debajo de la demanda. Más aún, en sus versiones extremas, como ocurre con la llamada hipótesis de los mercados eficientes, la ortodoxia sostiene que la especulación ni siquiera es posible, ya que los precios de los activos reflejan siempre, y en todo lugar, los “fundamentos”, y toda la información disponible acerca de los mismos. En esta historia, habría unanimidad de opiniones en el mercado y la división entre alcistas y bajistas no tiene sentido.

Sin embargo, la realidad es que en los mercados siempre hay alcistas y bajistas (de ahí los enormes volúmenes operados en coyunturas de crisis, o recuperaciones) y también es una realidad que los especuladores buscan montarse en tendencias, con lo cual agudizan las contradicciones que llevan del auge a la crisis y la caída de la economía. En particular, en la fase alcista del ciclo la especulación impulsa más y más la suba de los precios de los activos –muchos de ellos representantes de capital ficticio-; lo cual alimenta el apalacamiento y el endeudamiento; lo que lleva a la sobreinversión y la sobreproducción… hasta que sobreviene la crisis, y todo opera en reversa, hundiendo precios y ganancias. Una dinámica violenta y por momentos hasta caótica, muy alejada del relato neoclásico sobre el rol estabilizador de la especulación y los “mercados eficientes”.

La especulación en la Teoría General y el keynesianismo reformista

La idea de que la especulación puede tener efectos desestabilizadores y negativos para las economías capitalistas también se encuentra en la Teoría General (sobre la evolución de las ideas de Keynes acerca de la especulación, así como el enfoque de keynesianos, puede consultarse Marcuzzo, 2012; se puede bajar de la web).

En el capítulo 12 de la TG Keynes ubica a la bolsa de valores como el sitio propicio por excelencia para la especulación. Allí se producen las valoraciones del mercado, en las cuales entran consideraciones que no se relacionan con el rendimiento probable de la empresa. Es que muchos inversores, dice Keynes, no conocen los rendimientos reales de las inversiones y así se establecen valoraciones convencionales. Por lo tanto, la habilidad del especulador consiste en prever la psicología del mercado (el famoso ejemplo sobre el juego del concurso de belleza; acertar a quién preferirá el público). Además, a medida que mejora la organización de los mercados aumenta el riesgo de que predomine la especulación. Y si bien los especuladores pueden no hacer daño “cuando solo son burbujas en una corriente firme de espíritu de empresa”, la situación deviene seria “cuando la empresa se convierte en burbuja dentro de una vorágine de especulación. Cuando el desarrollo del capital en un país se convierte en subproducto de las actividades propias de un casino, es probable que aquel se realice mal. La medida del éxito obtenido por Wall Street… no puede presentarse como uno de los triunfos preeminentes del capitalismo del laissez faire” (p. 145).

Para disminuir, o dominar la especulación, Keynes propone aumentar los costos de transacción en la bolsa (elevar las comisiones de los corredores; establecer impuestos sobre las operaciones de compra y venta). Aunque admite que esas medidas quitarían liquidez al mercado, y ello afectaría a las inversiones: “Si las compras individuales de inversiones perdieran su liquidez, esto podría obstruir seriamente las nuevas inversiones mientras el individuo disponga de formas alternativas de conservar sus ahorros. Este es el dilema (p. 146; énfasis nuestro).

Como hemos intentado mostrar más arriba, el “dilema” del que habla Keynes expresa un problema irresoluble en el modo de producción capitalista, a saber: la especulación, los fenómenos de apalancamiento y sobreendeudamiento, seguidos de las desvalorizaciones masivas de capitales, reales y ficticios, son imposibles de eliminar en tanto subsista la propiedad privada del capital.

Por cierto, alguna regulación puede moderar determinadas fluctuaciones (por caso, un control de los flujos de capitales hacia los países atrasados); o dar cierta garantía a los inversores (por ejemplo, la disposición post crisis financiera de establecer cámaras de clearing para operar con derivados; la readecuación de los ratios de capital para los bancos). Sin embargo, el problema de fondo no se elimina. A pesar de alguna mayor regulación, hoy el mundo capitalista nada en un mar de deudas, valorizaciones ficticias, apalancamiento y tendencias a la sobreproducción por lo menos tan profundas como en los años previos a la crisis de 2007-9. Por eso el programa de que los gobiernos “disciplinen” a los mercados financieros –en especial “si los mercados siguen las reglas del conjunto de belleza e imponen sus prejuicios autocomplacientes al funcionamiento de la economía real” (Eatwell y Taylor, 2005, p. 136)- se queda en una mera expresión de deseos; o en medidas insustanciales. Y en el caso de Argentina, pretender superar los problemas asociados a la débil acumulación con un control de los especuladores es incluso más ilusorio.

En conclusión, el diagnóstico “el problema son los especuladores” y la exigencia de “acabar con la especulación” sin modificar las relaciones de propiedad, empalman con una larga tradición del reformismo keynesiano. Por eso ese programa es seguido con entusiasmo por el socialismo pequeñoburgués más o menos radical. La idea de que la contradicción social se establece en términos “especuladores / pueblo” también se alimenta de ese enfoque. De ahí la relevancia del análisis marxista sobre el capital financiero y la especulación en la lucha por la ruptura de la clase obrera con el conciliacionismo de clase.



Textos citados:
Eatwell, J. y L. Taylor (2006): Finanzas globales en riesgo. Un análisis a favor de la regulación internacional, Buenos Aires, Siglo XXI Cefidar,
Hilferding, R. (1963): El capital financiero, Madrid, Tecnos.
Keynes, J. M. (1986). Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, México, FCE.
Marcuzzo, M. C. ed. (2012): Speculation and regulation in commodity markets: The Keynesian approach in theory and practice, Sapienza University Roma.

http://www.resumenlatinoamericano.org/2019/10/06/argentina-la-tesis-el-problema-son-los-especuladores/

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