Yo quisiera hablar de amor, de cosas buenas/Pero de corazón, esa m…da no me queda/Demasiado (de) mucho sufrimiento/ Pa’ yo meterle como que vivo contento.
«Chilling»* (Interpretación de Tego Calderón y Don Omar)
“¿Y ahora?” Esa fue la pregunta que debió hacerse el personaje, cuando ganó la presidencia de este país que hizo realidad estatal el nombre de la línea imaginaria del planeta. Ese día, las dudas pesaron en el reconcomio al recordar la cantidad de fábulas que utilizó para convencer al electorado esquivo y desconfiado. Las preocupaciones del ganador se diluyeron en el tonelaje líquido de alabanzas y zalamerías de quienes eran los presuntos dueños del triunfo que él creía solo suyo. Los presagios matemáticos se cumplían: la ganancia multiplica los padres mientras que la derrota se queda en la orfandad. Llovieron las felicitaciones hasta de quienes se presumían sus intratables adversarios, se habían enhebrados alianzas subalternas, ya se sabe es poca la diferencia subjetiva entre una plantación y un banco. Al menos para esta elección presidencial. Mientras unos pateaban tachos de frustración, en los salones prohibidos comenzaron las cascadas de nombres para el gabinete, dos virtudes al revés eran obligatorias ser cualquier cosa menos correísta y poseer personalidad opaca. La paradoja fue sorpresiva e inmediata: el aliado inestimable fue despedido con viento fresco y se apañó un inestimable servil. ¿Colonialidad del ser o cosas de la clase política ecuatorial? Da para una carraspera larguísima. Y la lógica contrariada se instaló temprano: “el Gobierno del encuentro” era exactamente al revés.
El presidente del sueño cumplido jamás fue un buen orador y ya no lo será más, ni con sobijos de paico en menguante cerrada, pero la muchachada asesora pretendía (o pretende) saber que las emociones calientan el estómago de la gente de barriadas urbanas y parroquias rurales, sobre todo, si son habitante del país equinoccial. Esos brujos, con diplomas de universidades de por allá, creen que el boquiabiertismo popular se nutre del palabrerío presuntamente profético. La gallada de asesoría presidencial supone que el buen nombre de alguna universidad autoriza a reescribir los manuales de la gobernanza y la pronta aplicación de una de las reglas de oro de la mala gestión política: la invención del malo. O bien podría ser ‘de la reinvención’, porque en el anterior Gobierno equinoccial, de un tal Boltaire, en ese del probable entrenamiento, jodieron publicitariamente con ese fantasma fabricante de males. Vaya que sí, ocurrió cierto brain wash en el electorado de este equinoccio, elegir a sabiendas al camaján.
Si antes funcionó, ¿por qué no ahora? Los malos son los favoritos para cargarlos de las culpas republicanas, para zafar sin freno los añejos resabios de clase y si el reblandecimiento político del electorado autoriza hasta se lo culpa del pecado bíblico original. El neoconservadurismo es tan joven como el anquilosaurio. Este dinosaurio vivió durante el periodo cretácico, posterior al jurásico, en todo caso es más joven que el brontosaurio (comida favorita de Pedro Picapiedra). De nada, por las líneas de paleontología cuasi política.
El man que gobierna el país de línea media circunferencial un día de estos, con el descontento espeso y abundante recorriendo las calles equatoriales, es posible que recordara aquella antigua admonición: “cuidado con lo que deseas, se te podría cumplir”. Ahora este jazzman cree que él si sabe el ‘para qué’, pero en lo que se complica es en ‘el cómo’. Quizás, son dudas pedregosas. Quizás no es el mismo país de sus santas angurrias. Quizás la gente barrial y proletaria no soporta la largura de los días de necesidad. Quizás mientras transitaba el tiempo de sus desesperados anhelos el mundo cambió. Quizás el malo ya no lo es tanto. Quizás la diversidad cultural ecuatoriana tiene otras urgencias que no son las del usurero. O quizás es un misterio que unos tipos de poncho, unas mujeres enverracadas, unos cimarrones siglo-veintiuno o unas juventudes cabreadas y raperas sepan contestar a la pregunta que iba de boca en boca: ¿qué hacer? Ellos y ellas patearon asfalto con las ganas de equalizar esta vaina que retrata en carne viva y propia al siglo XIX . O quizás intentaron enmendar el error electoral y atajar el otoño equinoccial por una mínima primavera racional. Pero por ahora todo quedó en capítulos mínimos de lo bueno, lo malo y lo feo. Y con exageraciones trágicas y cómicas.
Así está la murumba en este contradictorio equinoccio. Murumba es el maleficio adquirido por millones de ecuachos de barrio adentro, aquel once de abril inolvidable, cuando pusieron el papelito en el sarcófago de cartón y sellaron este destino regresivo, imperfecto hasta la exageración y evidente en la cotidianidad de dificultades. Ni siquiera se admite el reír por no llorar, porque hay esa rabiosa frustración del embolatado con cuentas chimbas. Ese proletariado comido a cuento por las cotorras mediáticas eligió a quien le alejó la posibilidad de chamba para el año de nunca será. ¿Y ahora? El canchanchán ya fue descifrado, pero la decadencia otoñal está llegando, en este trópico de todos los climas.
El man gobierna la realidad personal de sus sueños y no aquella de las calles del país equinoccial. O quizás no despierta aún y está en la prealba de la verdad monda y lironda, la que corresponde. No es un enigma, no nos equivoquemos, para el clan del Gobierno equatorial todo es ‘político’ hasta las quimeras del soñador. Y también las equivocaciones chuscas son ‘políticas’, pero antes que cante el gallo se publicita, politicians do not let govern[2]. La Embajada, ustedes saben cuál, se impacienta, suelta globos de ensayos, dice aquello que debería hacer el man del Palacio de Francisco Luis Héctor, barón de-ya-tú-sabes y previene sobre el retorno del residente en Bruselas. Ejercicio de descifrar las cartas adivinatorias: aquello que parece eso es. Mejorando lo dicho: la comedia es la seriedad política para gobernar para él y su grupo bancario. El resto que se j… la jueguen.
Confirmado, sus errores no son tales son sus deseos más íntimos. Es su fondo anímico traducido en política privada y no para la república. ¿Entendió? Este jazzman tampoco, pero eso es el país equinoccial ahora mismo de qué. ¿Del realismo mágico? No ofendan a Gabriel García Márquez, por favor. ¿De broma macabra? Tibio, tibio. ¿De chiste cruel? Podría ser. Mi opinión chamánica: vivir la plenitud del siglo XXI creyendo que se vive a finales del llamado siglo de las luces. (Con las luces bajas, sin dudas). Por eso hasta aquel Embajador escupe algodones. Al tipo del Palacio de la baronía admirable, la historia lo absolverá primero que a Fidel. Dicho con seriedad, por supuesto. El man dijo al galope electoral aquello quería para su plantación-usurera y su gallada poquitica, exageró en sus dichos sin acompañamiento lírico y su historia política necrológica es de ahorita. Y aun así lo mandaron a gobernar… Stop. ¿A qué continuar?
Notas:
[*] Chilling, en inglés «relajado o relajada». Compositores del tema «Chilling»: Rodgers Nile / Edwards Bernard / Destagnol Yann / Tranchart Romain
[**] Los políticos no dejan gobernar
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