Ambas logran su legitimación explotando fetiches conservadores, tabúes, dogmatismos y posturas anticientíficas. En Argentina, el representante más perfecto de esta derecha ignorante es Javier Milei, pero hay muchos otros, en el país y en el resto del mundo.
Repasemos brevemente algunos de los argumentos que demuestran el aprovechamiento político de la ignorancia.
1. Negación del calentamiento global. Pese a que científicos de todo el mundo, organizaciones ecologistas, la ONU y cada vez más Estados nacionales reconocen el grave daño ambiental causado por el modo de producción y las prácticas de consumo en gran parte del mundo, Milei ha afirmado: “el cambio climático es un invento del socialismo”, “es otra mentira impulsada por el marxismo cultural”. A esta altura de la historia y ante tanta evidencia científica, negar el cambio climático es como seguir afirmando que la Tierra es plana o que es el centro del universo.
Esta falacia resulta útil para el razonamiento ultracapitalista de Milei, que impulsa la “libre” acción de industrias sin controles ambientales (y sin otro tipo de controles, claro). Desde su perspectiva, hay que fomentar la libertad de producir sin importar cuánto se contamine porque denunciar la contaminación es socialista. Por esta razón, se opone a la ecología en general y la considera una expresión de la ideología socialista.
2. Afirmación de la posibilidad de una sociedad ultracapitalista (y feliz). Milei promete un futuro en el que todos pueden ser empresarios exitosos. Por ejemplo, propuso que las calles sean privatizadas, así “cada uno se encarga de su calle y eso le genera ingresos”. Esa afirmación expone una situación a todas luces ridícula: es cuestión de examinarla un poco. En esta línea, también expuso la idea de que cada persona pueda comerciar libremente con sus órganos: “es un mercado más”. Entonces, si alguien tiene hambre o debe afrontar una deuda, podría vender un órgano en una subasta o ante un inversor (un capitalista que acapare y revenda órganos vendidos por gente desesperada). Milei repudia que el Estado intervenga para evitar el tráfico de órganos. Que reivindique el “derecho a morirse de hambre” es una derivación lógica de los supuestos de los que parte.
En esa sociedad ultracapitalista y libre se construye dándole un “hachazo al Estado” y permitiendo que las fuerzas del capital actúen a su antojo. Así, Milei no solo está a favor de la megaminería sino que, además, considera que las exiguas regalías que estas liquidan “son abusivas”. Él está en contra de todo tipo de impuestos y de retenciones.
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3. Distorsión del concepto de socialismo. Para Milei, “socialismo” es todo lo que esté asociado a la acción estatal: “Yo considero al Estado como como un enemigo”, repite una y otra vez. Aspira a un mundo donde las fuerzas del capital interactúen en absoluta libertad. Esta visión distorsionada del socialismo le sirve para decir que el gobierno kirchnerista es socialista, aun cuando CFK y Alberto Fernández, en más de una ocasión, se hayan declarado defensores del capitalismo y desarrollen políticas en ese sentido. Para Milei, los males de Argentina los causó el socialismo, aun cuando nunca haya habido un gobierno socialista en toda su historia. El hombre de la peluca tampoco explica por qué tanto Estados Unidos y los principales países europeos tienen gobiernos capitalistas, economías capitalistas y, aun así, tienen políticas de proteccionismo estatal.
No extraña que, desde esta perspectiva distorsionada, haya afirmado que Vidal, Larreta y Losteau “son todos socialistas”. Para él, todo lo que no adhiera su ultraneoliberalismo es socialismo (aunque, en realidad, no lo sea). Sus declaraciones van en contra de las definiciones de cualquier manual básico de teoría política.
4. Regreso a la ley de la selva. En su cruzada contra el Estado, desea quitarle a este “el monopolio de la violencia física”. Propone, a cambio, la justicia por mano propia: “Estoy a favor de la libre portación de armas”. Su modelo es Estados Unidos, país donde hay más armas que civiles y donde la tasa de homicidios con armas es la más elevada del denominado “mundo desarrollado”. En sus justificaciones repite que hay investigaciones que demuestran que la portación de armas reduce la posibilidad de delitos; sin embargo, la gran mayoría de los estudios (y los más prestigiosos) no le dan la razón. Pero eso no le importa, claro.
5. Negación de la validez de los reclamos de los pueblos originarios. La derecha argentina niega los derechos de los pueblos originarios, pasando por alto el hecho de que el Estado nacional se construyó sobre la base del genocidio de los pueblos preexistentes. Promueve la criminalización de los grupos indígenas que visibilizan sus demandas, ante la indiferencia sistemática de los diferentes gobiernos nacionales y provinciales. Esta postura de derecha empalma con prejuicios que la ciencia ya ha refutado. Por ejemplo, en la Patagonia, para deslegitimar los reclamos del pueblo mapuche, dicen que son chilenos, lo que es un error que ha sido aclarado por estudios históricos y antropológicos: los mapuche estaban de este lado de la Cordillera mucho antes de que existieran Argentina y Chile.
6. Negación de la importancia de la Educación Sexual Integral. La ESI es una propuesta de formación en valores que impulsan el respeto de la diversidad de género, el cuidado y la valoración del propio cuerpo, el rechazo de las diversas formas de violencia de género y el conocimiento de los métodos anticonceptivos. Si bien muchos gobiernos provinciales no la han curricularizado de manera conveniente (incluso, varios la boicotean), su efecto es positivo porque, entre otras cosas, reducen las prácticas de discriminación sexual dentro y fuera de la escuela. Milei, siguiendo a sectores ultraconservadores de la sociedad, se manifestó en contra y prometió eliminarla porque, para él, es un modo de “adoctrinamiento”, de inculcación de “ideología de género”.
7. Negación del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Para Milei, el aborto es “un asesinato agravado por el vínculo” y no lo justifica ni siquiera en el caso de las niñas embarazadas en casos de violación. Si tenemos en cuenta que, por un lado, aspira a cancelar la ESI y, por otro, está en contra de la interrupción de los embarazos en niñas y mujeres violadas, es comprensible la moral sexual que promueve: el retorno al oscurantismo patriarcal.
8. Postura antivacuna contra el coronavirus. Milei se sumó a la campaña antivacuna desarrollada por gran parte de la derecha argentina, que acusaba al gobierno nacional de obligar a la población a colocarse vacunas que no estaban debidamente probadas. En ese momento, esos sectores difundían rumores acerca de la instalación de microchips o de acuerdos oscuros con los laboratorios rusos y chinos. Lo cierto es que, finalmente, gracias a la eficacia de las vacunas, el COVID está a punto de dejar de ser una pandemia. Milei se vacunó, pero nunca reconoció el error de su postura antivacuna. La derecha no tiene autocrítica y su memoria es bastante selectiva.
9. Negación de la historia. El discurso de Milei es extremadamente contradictorio. Dice que está a favor de la libertad, pero revindica a figuras de la dictadura militar (como el general Antonio Bussi, de quien fue su asesor rentado). Vocifera que está en contra de la corrupción, pero asegura que el mejor presidente de la historia argentina fue Carlos Menem, famoso por la corrupción de su gobierno (entre otras cosas, voló un pueblo para ocultar las evidencias del tráfico de armas). Repite que está en contra de la “casta política”, pero declara su admiración por personajes de la casta (como Bullrich o Macri), una casta que él mismo integra: cobra como diputado, pero, en vez de trabajar como legislador y asistir a las sesiones para defender sus ideas, sigue paseando por los medios de comunicación. Dice que él es lo nuevo, pero asegura que Domingo Cavallo fue el mejor ministro de Economía de la Argentina. La historia es una referencia que se ejecuta de manera caprichosa.
10. Concepción restringida de libertad. La ultraderecha argentina dice que defiende el imperio de la absoluta libertad. Sin embargo, la libertad, para ellos, es solo libertad para comerciar, la posibilidad de emprender negocios sin control estatal y sin marcos legales. No se plantea el problema de la libertad para toda la sociedad, en especial, para los pobres y las minorías. ¿Cuál es la libertad que tiene un desempleado para llevar comida a su casa? Milei respondería: ‘Que venda sus órganos’. ¿Cuál es la libertad que tiene un chico pobre para comer bien, para tener salud, para decidir si va a estudiar en la universidad? La libertad de los “libertarios” es la libertad de los empresarios y, en particular, de los grandes empresarios, porque, en un mundo sin regulación, el pez grande se come al chico cuando y como quiere.
La adhesión que, en gran parte de Occidente, tiene el discurso de ultraderecha obedece a varias causas. Hay un fracaso de la política tradicional para resolver problemas sociales, una brecha socioeconómica cada vez más grande, crisis económicas cíclicas, que terminan generando cierto hartazgo en la población, etc. Las propuestas de socialdemocracia (o de capitalismo humanizado) han defraudado las expectativas y, como apuntó Immanuel Wallerstein, estamos en una transición del sistema mundial: podemos pasar a una sociedad más democrática y solidaria o a una que enfatice los rasgos despiadados y autoritarios de este capitalismo. La ultraderecha presenta esta segunda vía como la única posible, el camino a un mundo donde los ricos puedan comprar órganos vendidos por los pobres y endeudados, donde la gente tenga un arma en la campera para defenderse de cualquier amenaza potencial, donde las grandes empresas desarrollen sus negocios sin controles ambientales y sin dejar ni una mínima parte de sus ganancias, donde se pueda despedir empleados sin darles ningún tipo de remuneración extra, donde a los trabajadores que defiendan sus derechos y a los pueblos originarios que expresen sus reclamos se les responda con “cárcel o bala”, donde las niñas violadas estén obligadas a parir.
Puede ser que haya adhesión a este discurso por ignorancia o por frustración, porque resulta atractivo que se aparte de lo políticamente correcto, porque esté multiplicado en las redes sociales por ejércitos de trolls o porque un discurso que se afirma en prejuicios siempre parece más verosímil que uno que intente deconstruir los prejuicios y las soluciones fáciles.
Para quienes estamos ubicados en una izquierda anticapitalista, el desafío es construir las articulaciones y las transversalidades que promuevan el encuentro de todos los grupos que luchan contra el sistema, extender las prácticas de resistencia y de socialización, potenciar nuestros discursos, denunciar los usos malintencionados de la ignorancia y los temores, y proponer con la mayor claridad posible los pasos para una sociedad socialista.
En esta coyuntura, el futuro puede ser resumido en las lúcidas palabras de Rosa Luxemburgo: “Socialismo o barbarie”.
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