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08 enero 2024

Ucrania: Contradicciones económicas

NAHIA SANZO


En un contexto de inflación, paro y empobrecimiento masivo, el neoliberal régimen de Zelensky está dispuesto a recortar las pensiones para mantener el sector militar, única prioridad

Además de la muerte, destrucción y miseria para la población, la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania implica, en sus aspectos económicos y financieros, un sustancial trasvase de recursos de aspectos civiles al campo militar, con los sacrificios que eso implica a corto, pero también a medio y largo plazo.

El resultado de un conflicto militar no puede analizarse únicamente observando los cambios en la composición del frente, el territorio bajo control de las partes en contienda o las cifras de bajas, sino que es preciso hacerlo teniendo en cuenta las consecuencias económicas que para el país en cuestión tiene y puede tener su continuación. La guerra implica también contradicciones entre los datos de los que se jacta Ucrania y los peligros de los que alerta.

El pasado mes, en el mismo artículo en el que se alababa el crecimiento del 4,5% (sic) que el FMI afirma que Ucrania ha logrado este año, el régimen ucraniano alertaba del riesgo real de retrasos o incluso impagos de salarios públicos y pensiones a la población en caso de no obtener la asistencia financiera que Kiev ha exigido a sus socios.

Esa amenaza a la ciudadanía y también a sus socios muestra lo irreal de ese dato de crecimiento, dependiente íntegramente de la guerra y de las subvenciones y créditos que llegan del extranjero, pero hace ver también cuáles son las prioridades. En un contexto de inflación, paro y empobrecimiento masivo de los sectores más vulnerables de la población, el neoliberal régimen de Zelensky está dispuesto a recortar de las pensiones -ya de por sí ínfimas- para poder mantener el crecimiento y permitir que el sector militar sea la única prioridad del país.

Los datos de ingresos y gastos son el signo evidente de que nada puede hacer sombra a las necesidades militares de Ucrania. El gasto de los primeros siete meses de 2023 mostraba ya un 48% empleado en bienes y salarios militares, porcentaje que va a aumentar aún más en 2024 según los presupuestos presentados por el Ministerio de Finanzas. Advirtiendo que las necesidades del frente pueden llevar a un aumento -a costa, evidentemente, de recortes en otras partidas-, el Ministerio plantea un presupuesto que implica que el 60% del gasto del Estado se destinaría a la guerra y al servicio de la deuda.

En términos de ingresos, el gasto militar superará las previsiones de recaudación propia del régimen ucraniano. Es decir, Ucrania precisaría de una asistencia financiera para cubrir alrededor del 50% de los gastos propios del Estado, entre los que se encuentran los salarios, pensiones, prestaciones sociales para la población desplazada, educación, sanidad o mantenimiento de las infraestructuras. De ahí que la necesidad de recibir armamento y munición sea solo una parte de las exigencias de Kiev a sus socios.

En una de sus recientes comparecencias diarias, Zelensky ha afirmado que “soportar este año es soportar la guerra”, con lo que da por hecho, tanto que el conflicto se prolongará durante doce meses más, como que, esta vez sí, serán decisivos. El tono del presidente ucraniano parece querer preparar a la población para una situación aún más comprometida que en 2023, año en el que, hasta prácticamente el final, Ucrania siguió recibiendo periódicamente financiación según los fondos previamente aprobados. Ese es, sin duda el discurso oficial que Kiev quiere transmitir a su población.

La mano derecha de Zelensky, Andriy Ermak, ya trasladó ese mensaje a sus socios estadounidenses en su última visita: 2024 será el punto de inflexión de la guerra. En los últimos días el canciller Dmitro Kuleba ha añadido otro matiz: insiste en que no hay plan B, solo persiste el plan original de derrotar militarmente a Rusia en la guerra para lograr, no solo el restablecimiento de la integridad territorial, sino condiciones favorables el día después de la guerra: facilidades de acceso a la UE y la OTAN y, sobre todo, reparaciones de guerra de Moscú.

Al margen del cuestionable realismo del plan, es evidente que el líder de la diplomacia ucraniana está exigiendo con sus palabras que sus socios suministren al país los recursos y la financiación necesaria para lograrlo.

Los resultados obtenidos en 2023, con una contraofensiva multimillonaria que no ha logrado modificar el frente ni ha conseguido minar la capacidad rusa de atacar a Ucrania, dejan claro que el esfuerzo realizado por los países occidentales no ha sido suficiente para alcanzar los objetivos. A partir de ahora, cualquier ofensiva que pretendiera nuevamente el mismo objetivo de ruptura, avance en el sur e intento de aislar Crimea requeriría un esfuerzo material y económico aún mayor del realizado por Occidente desde los últimos meses de 2022, cuando comenzó a planificarse la operación terrestre de Zaporozhie.



Ucrania es ya consciente de la necesidad, no solo de enormes cantidades de obuses y proyectiles de artillería, carros de combate y otros vehículos blindados o drones, sino también misiles y aviación. Kiev debe también ser capaz de continuar reclutando a miles de hombres -y, quizá a no largo plazo, mujeres- para reponer las grandes pérdidas sufridas en el frente, por lo que ha de disponer de una población suficiente en el país que esté dispuesta a arriesgar su vida por el proyecto político de guerra hasta el final, y ha de ser capaz de instruir, equipar y armar a esos reclutas. Todo ello requiere, además de capacidad organizativa y disponibilidad de suficiente población, un enorme esfuerzo económico propio y ajeno.

“El ministro de Finanzas ha afirmado que Ucrania recibió en 2023 42.500 millones de dólares para el presupuesto del Estado por parte de EEUU, el Fondo Monetario Internacional, Japón, Canadá y otros países y organizaciones, en comparación con los 31.100 millones de 2022”, escribió en las redes sociales Iván Katchanovski aportando los datos publicados por las autoridades ucranianas. Las subvenciones suponen el 25% del total, mientras que el 75% son créditos o garantías de créditos que Ucrania deberá devolver en el futuro. El profesor canadiense precisa que estos datos no incluyen la asistencia humanitaria y militar a Ucrania, aunque, teniendo en cuenta el patrón de gasto, es evidente que una buena parte de esta asistencia está también destinada a bienes y servicios militares.

Pese al aumento total, se percibe ya un descenso de la aportación estadounidense con respecto a 2022 -en realidad, a los diez meses del año en los que se movilizó la asistencia- de 11.980 a 10.950 millones de dólares, mientras que la de la Unión Europea pasa de 7.961 a 19.530 millones, un desequilibrio que se puede incrementar incluso más en 2024. En año electoral, las dificultades de Joe Biden para continuar solicitando fondos al Congreso se complican y el optimismo de hace unos meses sobre las posibilidades de obtener los 60.000 millones de dólares solicitados se limita.

El temor a que los ingresos procedentes de EEUU se reduzcan no solo parten de las declaraciones de funcionarios de EEUU, como John Kirby, que ha admitido que es posible que el nivel de financiación para Ucrania no sea igual al de años anteriores, sino en la reacción de otros actores. Ante el riesgo de bloqueo de países como Hungría, los países de la Unión Europea aumentan unilateralmente sus aportaciones y Ursula von der Leyen busca la creación de un mecanismo alternativo que esquive posibles vetos de países descontentos con la inversión europea en una guerra ajena y en un país que no forma parte del bloque.

Por el momento, tanto Washington como Bruselas coinciden con Zelensky y su equipo, cuya supervivencia política depende en gran medida del resultado de la guerra, en entender la militar como única vía aceptable para la resolución de la guerra. De ahí que el apoyo diplomático, político y mediático a Kiev no se haya quebrado. Sin embargo, la posibilidad de movilizar cantidades incluso más elevadas de recursos puede complicarse a corto o medio plazo, especialmente si es preciso mantener desde el exterior a un país desindustrializado y con una economía que depende de créditos extranjeros para pagar sus pensiones durante un tiempo ilimitado.

Las últimas informaciones dadas por Ucrania apuntan a que la instrucción de los pilotos ucranianos en el manejo de F-16 se alargará durante meses. Es de esperar que Kiev haya comprendido la lección de lo imposible de tratar de realizar una operación como la de Zaporozhie, que Zelensky parece buscar repetir, sin contar con la cobertura aérea necesaria. De ahí que cada vez sean más los expertos que apuntan a 2025 y no a 2024 como momento para la ofensiva que determine el resultado de la guerra.

Hasta entonces, y posiblemente también después, el Estado y la economía de Ucrania habrán de ser mantenidas desde el exterior por medio de las aportaciones y créditos que EEUU parece ver cada día más difíciles de aprobar y que, en caso de reducción, habrán de ser compensados por un aumento del compromiso económico de otros países. Con Washington exigiendo un aumento de la producción militar en el continente, parece evidente que EEUU busca que sea la Unión Europea la que se ocupe del mantenimiento del Estado de Ucrania y la contención de Rusia mientras se centra en la amenaza china.

slavyangrad.es



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