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21 septiembre 2016

Precarización, formas tradicionales y nuevas prácticas de lucha social



El trabajo en el centro del conflicto

Crónica Popular

Intervención del autor en la Fiesta del PCE, celebrada en San Fernando de Henares (Madrid) los días 16,17 y 18 de septiembre.


En una sociedad capitalista de desarrollo medio, como es la española, y a pesar de todos los intentos de negarlo, el trabajo, más exactamente el trabajo asalariado, sigue siendo el centro del conflicto. Aunque es cierto que con el predominio de la globalización de la economía y de la sociedad en su conjunto, ha venido cambiando muchos aspectos y características esenciales.


Quizás, la primera característica sea la pérdida del carácter procíclico (aumento de la conflictividad laboral en los periodos de auge, disminución en los periodos de caída) (1). De hecho, en España en el periodo precrisis, 2000-2007, hubo una media de 715 huelgas al año, durante la crisis 2008-2013, la media ha sido de 907 huelgas al año, un 26´9% más, casi 200 huelgas anuales (2) y en el periodo de inicios de la recuperación, 2014, 2015 y 2016, la media ha sido de 684 huelgas, con caída del 24’6%, 230 huelgas anuales por debajo de las de época de crisis (3).

La globalización de la economía se ha dado acompañada por la precarización de las condiciones de trabajo, bajos salarios, jornadas más largas, peores condiciones, menos derechos de los trabajadores asalariados, y junto a ello una pérdida del poder y fortaleza por parte de los sindicatos. En el caso de España, esta precarización del trabajo se ha dado de forma clara a partir de los inicios del siglo XXI (4) y ha tenido una incidencia notable en las formas de conflictividad laboral.

La forma tradicional de conflicto laboral era lo que podríamos denominar “conflicto industrial”. Este conflicto, típico pero no exclusivo de las empresas del sector industrial, que se produce dentro de los centros de trabajo y utilizando el paro parcial o total de la producción, es un conflicto directo entre capital (propietarios de los medios de producción) y trabajo (vendedores de fuerza de trabajo a cambio de un salario) por la apropiación de parte la plusvalía, en torno a los salarios y la jornada fundamentalmente. Generalmente, la función de los sindicatos ha sido muy importante.

Este tipo de conflicto no ha desaparecido. De hecho los datos que recoge el Ministerio de Empleo se refieren exclusivamente a lo que he llamado “conflictos industriales”, y no son una cantidad pequeña: en el año que menos huelgas ha registrado el INEM, 615 en 2015, suponen casi 2’7 conflictos abiertos cada día laboral.

De todos modos, los conflictos sí han ido cambiando, sobre todo en función de los cambios en la clase trabajadora, que de una clase con un núcleo básicamente homogéneo, la así llamada clase obrera tradicional, ha pasado a ser un conjunto relativamente heterogéneo, formado por mujeres, jóvenes, varones, inmigrantes, autóctonos, técnicos, fijos y precarios; el peso de la economía y de la ocupación ha pasado al sector terciario, una amalgama de subsectores y ramas.

En la conflictividad, entre 2013 y 2016, el sector económico con más conflictos es el de servicios, entre el 60 y el 50% en el registro del ME y entre 64’5 y el 49% en los registros de la FIM. Lo mismo es válido para el periodo de la crisis (5). Ahora bien, si se comparan los conflictos en función de los ocupados, o de los asalariados el sector con mayor conflictividad por ocupado es la industria, que hemos contabilizado como industria propiamente dicha, la construcción, la minería y el transporte y almacenamiento, todos ellos muy ligados al movimiento obrero de tipo tradicional.

Los conflictos, en el periodo de crisis y en los inicios de la recuperación, tienen lugar, entre el 64 y el 70%, mayoritariamente fuera del centro de trabajo, a diferencia de los llamados “industriales”, que se producen dentro del mismo, y mayoritariamente en el sector privado, entre el 61 y el 66%. Eso en estos tres últimos años, pero también ha ocurrido este deslizamiento a lo largo de la crisis (6). El cambio de dentro del centro a fuera del mismo es uno de los cambios característicos de la nueva conflictividad.

En cuanto a las razones por las que se han dado los conflictos, durante la crisis, las causas mayoritaria han sido los convenios y las condiciones de trabajo, y a partir de 2012 los recortes (7). En los inicios de la recuperación, las condiciones de trabajo y los convenios siguen siendo las más importantes, seguidas de salarios y cierres de empresas, en todo o en parte, cierres en los que se incluyen deslocalizaciones y subcontrataciones (8).

Las nuevas prácticas de lucha social

Las nuevas prácticas de lucha social siguen siendo básicamente laborales, y se pueden destacar dos modelos paradigmáticos. El modelo de la Marea Blanca en la Comunidad de Madrid (la ha habido en todo el estado) y el modelo de Coca Cola en Fuenlabrada, también en la Comunidad de Madrid.

El primero de ellos entra en la categoría socio-laboral, debido a la participación ciudadana y a que se centra en la defensa de la salud pública, pero incluye las luchas por las condiciones de vida y trabajo de los trabajadores del sector.

El segundo es un conflicto estrictamente laboral en sus inicios, a partir de un ERE, que deriva en socio-laboral por estar muy centrado en un territorio, Fuenlabrada, y porque el cierre de la factoría lleva a la instalación de un campamento de los trabajadores en las puertas con el fin de impedir su desmantelamiento, lo que va atrayendo a una cada vez mayor participación ciudadana (9).

Desde luego, la elección de los modelos podría haber sido otra, las Mareas Verde (enseñanza) o Negra (funcionarios), para el primer modelo y Panrico, Sintel y otros similares, para el segundo.

En el caso de la Marea Blanca en Madrid, se destacaban las siguientes características (10):
Es un conflicto sectorial (en la sanidad pública) y también un conflicto territorial (en la Comunidad de Madrid).
Es un conflicto perfectamente delimitado, mantener y mejorar la sanidad pública.
Las movilizaciones implican una coalición de interés, siempre dentro del objetivo superior expuesto.
Se trata de aunar la obtención de unas condiciones de trabajo dignas para los trabajadores del sector y unas condiciones de servicio para los ciudadanos universales y de calidad.
El conflicto posee un fuerte carácter antigubernamental, contra los recortes en el sector, planteado dentro de los límites del sistema establecido.
Desarrolla las acciones y movilizaciones dentro y alrededor de los centros, complementadas con movilizaciones fuera de los mismos, como marchas y manifestaciones.
Paralelamente se llevan a cabo acciones judiciales.
Se utilizan expertos y profesionales de todo tipo, juristas, economistas, sociólogos, científicos, etc. para fundamentar las propuestas y argumentaciones que sustenten su posición.
La organización se lleva a cabo a base de plataformas, las decisiones se toman de forma colectiva, lo que implica una fuerte democracia interna, eliminando el afán de protagonismo y evite la búsqueda de rentabilidad a corto plazo.
Uno de los elementos clave es la continuidad de las movilizaciones y la perseverancia en los objetivos.

En el caso de Coca Cola son de destacar las siguientes características:
Es un conflicto local y de una sola empresa (de hecho, el ERE afectaba a todos los centros de Coca Cola en España, pero el conflicto continuado se dio en Fuenlabrada)
Es un conflicto perfectamente delimitado, rechazar el ERE y evitar el traslado de las plantas de embotellamiento de Coca Cola a Alemania.
En el momento en que la empresa cierra la factoría y pretende desmantelarla se monta el campamento para evitarlo y comienza a convertirse de laboral a social y laboral, con la participación de los familiares de los trabajadores y los vecinos de Fuenlabrada, para los cuales la existencia de la factoría es esencial, tanto por el trabajo directo que aporta como el indirecto de suministradores, comercios de la zona, etc.
Las movilizaciones implican una coalición de intereses, entre los trabajadores directos y el conjunto de la población; el mantenimiento de los puestos de trabajo con los intereses del resto de la población, de la cual los primeros forman parte.
El conflicto posee un carácter antigubernamental, las instituciones y los aparatos del estado se posicionaron en contra de las movilizaciones; todo ello dentro de los límites del sistema establecido.
Las movilizaciones combinan el encierro en el campamento con manifestaciones y concentraciones en Fuenlabrada y Madrid y ante las diferentes instituciones afectadas.
Desde el primer momento se llevan a cabo acciones judiciales para la retirada del ERE.
Además de los servicios del sindicato se utiliza el trabajo voluntario de asesores expertos de todo tipo.
La organización se lleva a cabo desde una muy elevada participación democrática, eliminando el afán de protagonismo y la búsqueda de rentabilidad a corto plazo.
Uno de los elementos clave es la continuidad de las movilizaciones y la perseverancia en los objetivos.

Los dos modelos elegidos, a pesar de producirse en espacios y condiciones distintas, uno de ellos en el sector público de servicios y el otro en el sector privado industrial, se han atenido a todo un conjunto de prácticas que los hacen enormemente similares.

Notas

1.- Ver Beverly J. Silver, Fuerzas del trabajo. Los movimientos obreros y la globalización desde 1870 (Akal, Madrid, 2005) Figura 4.2, pg. 146.

2.- Elaboración propia a partir de los datos de “Huelgas y cierres empresariales” del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, ver J.D. Lacalle, Conflictividad y crisis (El Viejo Topo, Barcelona, 2015) Tabla I.1 y Gráfico I.1, pp. 43 y 44.

3.- Elaboración propia a partir de datos del Ministerio de Empleo citados en nota 2, ver J.D. Lacalle, La evolución de la conflictividad laboral durante la crisis y los inicios de la recuperación (2008-2016) publicado enCrónica Popular (12-09-206).

4.- Ver J.D. Lacalle: La clase obrera en España. Continuidades, transformaciones, cambios (El Viejo Topo, Barcelona, 2006), que utiliza datos entre 1999 y 2005; Trabajadores precarios, trabajadores sin derechos. Los trabajadores españoles a comienzos del siglo XXI (El Viejo Topo, Barcelona, 2009), con datos entre 2005 y 2008; el seguimiento de la Encuesta de Población Activa durante la crisis y los inicios de la recuperación, con datos de 2008 la mitad de 2016, en FIM, Indicadores sociales y económicos.

5.- J.D. Lacalle, op. cit en nota 2 y nota 3.

6.- J.D. Lacalle, op. cit. en nota 2 y nota 3, Tabla V.

7.- J.D. Lacalle, op. cit en nota 2 pg. 131.

8.- J.D. Lacalle, op. cit. en nota 3, tabla VII.

9.- Somos Coca Cola en lucha. Una autobiografía colectiva (La Oveja Roja, Madrid, 2016)

10.- J.D. Lacalle, op.cit. en nota 2, pp. 12-13José Daniel Lacalle. Ingeniero aeronáutico y sociólogo. Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM)



http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216980

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